Miau. Soy Tejuelo, un gato nada común que cansado de cazar ratones de biblioteca busca la compañía de homolectores. Estoy dispuesto a dejarme los bigotes por conseguir que disfrutes de la lectura.

lunes, 23 de febrero de 2015

En resumidas cuentas

Para ser un homolector pata negra has de aprender entre otras cosas a resumir textos. ¿Y quién dijo que resumir fuera fácil? He encontrado en un viejo libro de Redacción de la editorial Teide algo que puede serviros para practicar el bello pero complicado arte de resumir. Según se cuenta en este manual, un ejercicio que utilizan con frecuencia los aprendices de guionistas de cine es resumir en una sola oración el argumento de una película. Si pueden sintetizarlo  hasta ese extremo quiere decir que es claro y no confundirá al espectador. 

Fijaos en la siguiente sinopsis de  la película Psicosis (1960) de Alfred Hitchcock:

"Norman Bates, un joven tímido tiranizado por su anciana madre y propietario de un motel de carretera, se convierte en cómplice de un horrible crimen que ha cometido la mujer: el asesinato de una cliente del motel que halla la muerte mientras toma una ducha. El joven Bates oculta este cadáver para proteger a la asesina y más tarde vuelve a encubrir el nuevo crimen materno: el de un detective que, siguiendo la pista de la mujer asesinada, ha llegado hasta el motel. Al final, el novio y la hermana de la primera víctima descubren que Norman Bates es el verdadero asesino: el joven, desequilibrado mental, conserva el cadáver momificado de su dictatorial madre y adopta su personalidad para cometer crímenes". 

¿Cómo sintetizar lo anterior en un único enunciado? A ver qué os parece el siguiente resumen que nos sugiere el manual:  "Un joven obsesionado por el recuerdo de una madre tiránica comete asesinatos disfrazado con la ropa de la difunta, sin saber que sufre una doble personalidad". 

Queridos homolectores, os propongo que resumáis en una única oración la siguiente sinopsis de La guerra de las galaxias (1977), de George Lucas:

"Las tropas imperiales irrumpen a bordo de la nave en la que viaja la princesa Leia. La joven lanza al espacio a sus androides, C3PO y R2D2 con la misión de que localicen a Obi Wan Kebnobi, maestro jedi, y le pidan ayuda para vencer al temible Darth Vader. Los androides acaban en manos de Luke Skywalker, un joven chatarrero que sueña con convertirse en caballero jedi. Obi Wan Kenobi, intuyendo en Luke las cualidades necesarias para ser jedi, acepta instruirle y ambos se embarcan en El Halcón Milenario, una nave tripulada por un contrabandista llamado Han Solo, para ayudar a la princesa Leia y liberar a su gente del dominio maligno de Darth Vader, La única baja que se ha producido entre los salvadores es la de Obi Wan Kenobi, que sacrifica su vida para que sus compañeros logren la victoria".

martes, 17 de febrero de 2015

¡Albricias!

Hay palabras caídas en desgracia,  condenadas al terrible olvido, expulsadas de nuestras vidas... Queridos homolectores, está muy bien eso de preocuparse por que no se extinga el rinoceronte de Java, el lince ibérico, la foca monje, el tocino de cielo o los calentadores rosas de los ochenta, pero decidme: ¿quién se preocupa de salvar palabras a punto de desaparecer como "albricias"? Se me eriza mi pelaje felino cada vez que tropiezo con ella en algún libro antiguo de esta biblioteca: ¡albricias!, ¡albricias! Es una interjección muy empleada durante la Edad Media para expresar júbilo y que como sustantivo tiene el significado de  "regalo que se da por alguna buena nueva a quien trae la primera noticia de ella". Se me vienen a la memoria esas célebres albricias que el Cid Campeador espeta en el Cantar de Mío Cid a su compañero de destierro: "¡Albricias, Álvar Fáñez, que si ahora nos destierran / con muy gran honra tornaremos a Castiella!". 
Dicho lo cual: ¡albricias!, estamos a punto de rescatar la palabra "albricias" del olvido. ¿Y cómo?, os preguntaréis.  Muy sencillo: basta con utilizarla y, para ello, qué mejor que escribir un microrrelato. No deberá sobrepasar las cinco líneas y su última oración será: "El caballero emocionado se volvió hacia su pueblo y gritó: "¡Albricias! Los frutos de esta tierra volverán a ser nuestros". 
Advertencia: Recordad, homolectores, que el ratón Erratas anda siempre al acecho de una presa ortográfica. 


miércoles, 1 de octubre de 2014

"Olegariadas"

Tras una dura persecución entre las estanterías de la biblioteca, por fin conseguí que Erratas devolviera a su sitio las tildes que el maldito roedor le había arrebatado a uno de vuestros textos. Pero fijaos que, en esto, quiso caer entre mis almohadillas felinas una obra deliciosa de Mario Beneddetti, La muerte y otras sorpesas (1968). En ella encontré este microrrelato titulado Los bomberos


"Olegario no sólo fue un as del presentimiento, sino que además siempre estuvo muy orgulloso de su poder. A veces se quedaba absorto por un instante y luego decía: "Mañana va a llover", y llovía. Otras veces se rascaba la nuca y anunciaba: "El martes saldrá el 57 a la cabeza",  y el martes salía el 57 a la cabeza. Entre sus amigos gozaba de una admiración sin límites. Algunos de ellos recuerdan el más famoso de sus aciertos. Caminaban con él frente a la universidad cuando, de pronto, el aire matutino fue atravesado por el sonido y la furia de los bomberos. Olegario sonrió de modo casi imperceptible, y dijo: "Es posible que mi casa se esté quemando". Llamaron un taxi y encargaron al chófer que siguiera de cerca a los bomberos. Estos tomaron por Rivera, y Olegario dijo:"Es casi seguro que  mi casa se esté quemando". Los amigos guardaron un respetuosos y afable silencio, tanto lo admiraban. Los bomberos siguieron por Pereyra y la nerviosidad llegó a su colmo. Cuando doblaron por la calle en que vivía Olegario, los amigos se pusieron tiesos de expectativa. Por fin, frente mismo a la llameante casa de Oligario, el carro de bomberos se detuvo y los hombres comenzaron rápida y serenamente los preparativos de rigor. De vez en cuando, desde las ventanas de la planta alta, alguna astilla volvaba por los aires. Con toda parsimonia, Olegario bajó del taxi. Se acomodó el nudo de la corbata y luego, con un aire de humilde vencedor, se aprestó a recibir las felicitaciones y los abrazos de sus buenos amigos".  

Fijaos cómo el orgullo y la soberbia cegó a Olegario. Prefería ver arder su casa a equivocarse, a que sus amigos le vieran errar. Os propongo, homolectores, que redactéis un microrrelato sobre alguna "olegariada" de este tipo, alguna anécdota surrealista contada en este caso en primera persona, a propósito de cómo la arrogancia y el orgullo del narrador protagonista tiene consecuencias funestas para él. Miaaauuuu.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Volvemos a despegar: Life vest under your seat

Recibid, queridos homolectores, un maullido de bienvenida. Mi verano ha sido muy intenso y lírico. No he dejado de perseguir a Erratas y de leer poesía. Precisamente quería compartir con vosotros el delicioso poema de Luis García Montero Life vest under your seat, en el que el yo lírico nos sitúa en un avión para hablarnos de temas como la nostalgia, la belleza del paisaje y el amor.

Señores pasajeros buenas tardes
y Nueva York al fondo todavía,
delicadas las torres de Manhattan
con la luz sumergida en una muchacha triste,
buenas tardes señores pasajeros,
mantendremos en vuelo doce mil pies de altura,
altos como su cuerpo en el pasillo
de la Universidad, una pregunta,
podría repetirme el título del libro,
cumpliendo normas internacionales,
las cuatro ventanillas de emergencia,
pero habrá que cenar, tal vez alguna copa,
casi vivir sin vínculo y sin límites,
modos de ver la noche y estar en los cristales
del alba, regresando,
y muchas otras noches regresando
bajo edificios de temblor acuático,
a una velocidad de novecientos
kilómetros, te dije
que nunca resistí las despedidas,
al aeropuerto no,
prefiero tu recuerdo por mi casa,
apoyado en el piano del Bar Andalucía,
bajo el cielo violeta
de los amaneceres de Manhattan,
igual que dos desnudes en penumbra
con Nueva York al fondo, todavía
al aeropuerto no,
rogamos hagan uso
del cinturón, no fumen
hasta que despeguemos,
cuiden que estén derechos los respaldos,
me tienes que llamar, de sus asientos.



Os propongo que os atreváis también vosotros a contar un viaje de vuelta, no necesariamente vuestro (el viaje de regreso del Apolo XI a Cabo Cañaveral) ni necesariamente real (el camino de vuelta desde el interior del cerebro guardado en formol de Albert Einstein a vuestro laboratorio).  Podéis crear un poema, un relato corto, tal vez el apunte en un diario de viaje... Lo importante es dejarse llevar por la imaginación y cuidarse mucho de que Erratas no se cuele entre vuestras líneas. 

viernes, 13 de junio de 2014

Lo que las piedras esconden


Querido homolector, hoy quiero acercarte a un bellísimo microrrelato de un escritor uruguayo, Eduardo Galeano, titulado La historia del arte:

Un buen día la alcaldía le encargó un gran caballo para una plaza de la ciudad. Un camión trajo al taller el bloque gigante de granito. El escultor empezó a trabajarlo, subió a una escalera, a golpes de martillo y cincel. Los niños lo miraban hacer.
Entonces los niños partieron de vacaciones, rumbo a las montañas o el mar. Cuando regresaron, el escultor les mostró el caballo terminado. Y uno de los niños, con ojos muy abiertos, le preguntó:

-Pero... ¿Cómo sabías que adentro de aquella piedra había un caballo?


Fíjate en cómo Galeano, desde la mirada inocente del niño, plantea la idea de que cualquier materia (la piedra, el lienzo, el barro, la hoja) puede convertirse en arte; la intuición del artista es la que permite adivinar en el bloque de piedra al caballo, o en la hoja en blanco a Hamlet.
Te propongo que, inspirándote en el cuento anterior, redactes un nuevo texto que tenga por protagonistas a un niño y al mismísimo Velázquez: el pequeño debe sorprenderse al ver su famoso cuadro de Las Meninas.

miércoles, 4 de junio de 2014

El lío del río

Dicen que un filósofo griego, un tal Heráclito, dijo en alguna ocasión algo parecido a "No se puede entrar dos veces en el mismo río"; tal vez dijera otra cosa muy diferente, pero quizá muy a pesar suyo esto sea lo no suyo por lo que más se le recuerda. A partir de este presunto (jamón en portugués) aforismo del griego, el poeta Ángel González creó sus "Glosas a Heráclito", que yo, el gato Tejuelo, quiero compartir con los homolectores del futuro.Miaaaauuuu.

GLOSAS A HERÁCLITO

1
Nadie se baña dos veces en el mismo río.
Excepto los muy pobres.

2
Los más dialécticos, los multimillonarios:
nunca se bañan dos veces en el mismo
traje de baño.
3
(Traducción al chino)
Nadie se mete dos veces en el mismo lío.
(Excepto los marxistas-leninistas)
4
(Interpretación del pesimista)
Nada es lo mismo, nada
permanece.
                            Menos
la Historia y la morcilla de mi tierra:
se hacen las dos con sangre, se repiten.

Queridos homolectores, tendréis que crear otras 3 glosas en  las que contéis al respecto de este lío del río, qué opinaría un pijo, un niño pequeño y un político.


domingo, 1 de junio de 2014

Greguereando armas y besos

"Un astrónomo es un señor que se duerme mirando las estrellas",  "los ceros son los huevos de los que salieron las demás cifras" y "la serpiente es la rúbrica del paisaje". Ramón Gómez de la Serna buscó a través del lenguaje de sus greguerías otra manera de definir e intrepretar la realidad. Él mismo propuso una fórmula para crear greguerías: humor+metáfora=greguería.
Querido homolector, te animo a que  arrincones por un día  el diccionario y crees tus propias greguerías para  "armas" y "besos".